Había
una vez una familia que vivía en un pequeño pueblo de Guipúzcoa, al norte de un
país que se llamaba España. Esta familia estaba compuesta por June (la madre),
Unai (el padre) y tres hijos, Inés, Asier e Iratxe cuyas edades eran 25, 22 y 18
respectivamente.
Todos
ellos, excepto Iratxe, eran o se estaban preparando para ser médicos. Iratxe
era especial; a ella no le interesaba el tema de la medicina sino que vivía
para cantar. No es algo que se le diese excesivamente bien pero de tanto practicar
había conseguido un nivel bastante aceptable.
Toda su
familia le estaba continuamente insistiendo, casi obligando según le parecía, a
inclinarse por la medicina y así continuar la tradición familiar. Pero ella sentía
que no era su vocación. Quería vivir su vida de otra forma diferente a lo que
había visto, conocido y a lo que parecía que estaba abocada.
Y es por
eso que un día al llegar del instituto sacó una mochila, metió las cosas que
pensó que eran imprescindibles para sobrevivir y dejó una carta a su familia en
la que decía:
Querida
familia,
Supongo
que no os imagináis lo que vais a leer en los siguientes renglones… Como ya conocéis,
el tema de la medicina me supera. ¡Ya no aguanto más! Sabéis que no quiero
dedicarme a eso pero vosotros me insistís en ello. Sé que no soy buena cantante
y que probablemente no pueda labrarme un futuro con ello, pero creo que ésta es
mi oportunidad y si no la aprovecho me arrepentiré el resto de mi vida.
Desde
hace un tiempo he estado mirando cursos que ofrecen diferentes centros a
jóvenes que quieren cantar. En uno de ellos me han aceptado y me atrevo a
empezar esta nueva aventura. Me habría encantado compartir la noticia con
vosotros pero sabía que si os lo contaba, haríais lo imposible para que no
fuera. Se lo conté al abuelo y me apoyó en todo. Él se encargará de los gastos,
que espero que no sean demasiados y prometo devolvérselos lo antes posible. Él
me ayudó a hacer la maleta así que no os preocupéis porque tengo lo justo y necesario
para poder vivir en buenas condiciones.
Os
pido un favor… no intentéis localizarme porque necesito desconectar una temporada
y sé que si me llamáis no lograré encontrar mi camino. Prometo escribiros de
vez en cuando para contaros cómo va. El curso sólo dura un año, por lo que
pronto estaré de vuelta.
Os
quiero,
Iratxe
Cuando
la familia leyó la carta no se podían creer que la pequeña de la familia
pudiese hacerles eso. Sin dudarlo, llamaron al abuelo para pedir explicaciones
pero él la defendió en todo momento.
Mientras
la familia lloraba la ausencia de Iratxe, nuestra protagonista comenzó su andadura.
Llegó a la gran ciudad donde todo le sorprendió porque era muy muy diferente a
su pequeño pueblo.
Se
instaló en la residencia que el centro de canto le había ofrecido y salió
corriendo para conocer un poco más la ciudad. Al deshacer su maleta, vio que su
abuelo le había metido el estetoscopio de su madre. Desde pequeñaja había
jugado a los médicos y siempre que su mami no se daba cuenta, se lo cogía para
hacer de médica “de verdad”. Lo que no sabe su familia es que ese objeto tan
útil para los médicos, también lo era para ella porque lo consideraba su
“amuleto de la suerte”. En todos los momentos importantes de su vida que había
necesitado un poco de suerte, este chisme estaba con ella.
A
la semana de su nueva vida, comenzaron las pruebas. ¡Qué mala suerte! Habían
pedido puntualidad pero yendo desde casa al centro de canto en metro, un hombre
se desmayó y no había nadie que supiese
ayudarle. En ese momento Iratxe se acordó de los centenares de historias que
había contado su familia sobre la reanimación cardiopulmonar. Se acercó al
hombre, y comenzó a practicarle los movimientos necesarios. Pidió a la gente
del vagón que llamase a urgencias y consiguió salvar al hombre. Todo el mundo
le daba la enhorabuena, le decían que debía ser médico, que valía para eso…
Ella lo único que pensaba era que iba a llegar tarde a su primera clase de
canto.
Las
semanas fueron pasando y poco a poco ella iba mejorando. Cada 2-3 semanas escribía
a su familia para que supieran que estaba bien, pero en ninguna de las cartas
mencionaba el suceso del metro. Lo que ocurrió ese día le hizo pensar durante
mucho tiempo… ¿tendría razón la gente y debería dedicarse a eso? ¿Por qué se sintió
tan bien cuando le salvó la vida al hombre? ¿Si volviese a ocurrir algo por el estilo,
volvería a llegar tarde a lo que realmente le importaba? Iratxe era una chica
que analizaba todo con detalle, que meditaba mucho las cosas y que le gustaba
tener todo organizado y planificado. Esta inquietud no le gustaba porque se
sentía insegura, y eso era perjudicial para su futuro como cantante.
Llegó
junio y en Madrid el calor era insoportable. Algunos de los amigos que había
hecho durante ese año tenían piscina, así que montaron una gran barbacoa y
pasaron el día al aire libre. Había un chico que se empezó a marear, que le
dolía la cabeza, no sudaba… Le vino a la memoria algo similar que pasó el
verano anterior cuando estaba con su familia. Entonces, recordó lo que hizo su
padre aquel día y lo repitió. Al rato, el chico se encontraba mucho mejor y
pudieron continuar con la barbacoa tranquilamente.
Si
ya le había dado vueltas al tema del suceso del metro, esto ya la volvió loca.
Decidió escribir a su abuelo para saber su opinión. Éste le respondió que era
algo normal, que había vivido siempre rodeada de médicos y que sabía muchas
cosas, que el resto desconocía. Pero también le dijo, que si se sentía tan bien
después de ayudar a la gente, que se parase a pensar si de verdad no le
gustaría poder atender a las personas con conocimientos, con las técnicas
necesarias y precisas, con la seguridad de estar haciendo lo correcto, dejando
aparte el entorno familiar, el decir que no, porque siempre habían dado por
supuesto que era sí, el ser la rebelde de la familia…
Llegó
la última semana del curso. Los alumnos tenían que cantar varias canciones: en
grupo, en dúo, solos… Todo empezó a al perfección. Iratxe estaba radiante, muy
segura de sí misma y, para colmo, lleva el amuleto de la suerte con ella. Nada
podía estropear el momento que tanto tiempo había estado preparando. Llegó el
momento de cantar sola… Había preparado una canción preciosa, El hombre del
piano, porque esa canción la había escuchado millones de veces en casa de su
abuelo. Empezó muy bien, y se ella se estaba dando cuenta de que al público le
estaba gustando, pero de repente, vio a la gente alborotada e inquieta… a un
compañero suyo le había entrado un ataque de ansiedad por los nervios ante su
actuación. Iratxe sin dudarlo, dejó el micrófono y se acercó a ayudarle.
Al
cabo de dos semanas salieron unas listas sobre los premios que recibían los
mejores alumnos: ella estaba entre ellos. El premio era una beca durante el
curso siguiente para seguir mejorando. Ella fue a hablar con los profesores y
el director y les explicó la situación: en el momento en el que decidió dejar
el micrófono para ayudar al compañero, también tomó una gran decisión sobre su
futuro. Se dio cuenta de que quería pertenecer al mundo de la medicina, que le
gustaba ayudar a la gente y, sobre todo, que ella se sentía muy feliz cuando lo
hacía.
Regresó
a casa, y contó todas sus historias a la familia. Su abuelo le confesó que
cuando recibió esa carta, él ya intuía lo que iba a pasar. Iratxe valoraba por
encima de todo el trabajar con la gente, no en una consulta sino de forma más
activa. Ya había empezado a pensar en el tema.
La
vocación había llamado a su puerta y ella le había dejado pasar.
El
tiempo se encargaría de ayudarle con el resto.
Es un cuento muy bonito pero no respetas uno de los elementos más importantes de la historia original: los siete bandoleros (pueden ser amigos, compañeros de clase, etc...) que ayudan a la protagonista a encontrarse a sí misma. Por otra parte, la chica debe volver a casa para salvar a uno de ellos, aún a costa de enfrentarse con su padre. Por otra parte, ella debe romper completamente los lazos con su familia hasta que regresa.
ResponderEliminarEstos elementos marcan el viaje iniciático de la protagonista de la historia que os conté.
El tuyo es precioso y tal vez está inspirado en el otro... pero no es propiamente una adaptación.
Puedo ponerte un bien.
Lo he trasladado a Voluntarios y para la actividad, haré otro porque no sabía muy bien cómo modificarlo.
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